Rincón del silencio

El 2019 me regaló el rincón del silencio, en el Parque Metropolitano.

Es un pequeño escalón donde una persona cabe sentada de cazuelita, a unos centímetros de la presa, que se convierte en una especie de cabina, situada entre el kilométrico muro de rocas -por el acceso principal- y sirve como aislante del ruido.

Hace unos meses lo hallé por casualidad. Caminaba por la orilla más alta de la presa, en el que puedes correr durante seis minutos mientras disfrutas de la vista panorámica del pulmón más grande de León.

El escondrijo no tiene nada en particular, mucho menos de espectacular: son una serie de escalones construidos entre el muro de roca y por los que es posible descender y permanecer seguro muy cerca de ese gigante vaso de captación.

Así la vista desde el rincón del silencio.

Desde ahí obtienes no sólo una vista panorámica única del parque,  sino que puedes disfrutarla desde una de las mejores condiciones.

Ahí, las voces, los autos, las bicicletas, dejan de oírse y en su lugar se escuchan algunos cantos de pájaros y el oleaje que dejan a su paso los patos, quienes al percatarse de la presencia humana, se escabullen a la profundidad de la presa.

Hoy, en el último domingo del año, hice una pausa y me senté unos 20 minutos a ver, escuchar y dejar que el tiempo pasara en el rincón del silencio.

Al principio caí en el juego de la mente acelerada: “ya es muy tarde”, “tengo hambre”, “vete a la casa”, pero poco a poco dejé que fluyera el tiempo para hipnotizarme con el vuelo matutino de las golondrinas, el espejo del agua y el contraste de los cerros al fondo de mi perspectiva.

Ese cuadro de concreto invita a la soledad.

Ahí puedes guardar y dejar tus secretos: un corazón enamorado, un pensamiento que taladra, un agradecimiento por despertar, la dicha de compartir, o soltar unas lágrimas analgésicas, con la garantía de que aún con el gentío del parque, tus únicos testigos serán las aves, el cielo y las colinas.

Descubrí que ese rincón también fue muy simbólico este año: me pidió escuchar más y ver menos, tarea difícil frente a la tentación de juzgar y sacar conclusiones sin primero conocer y experimentar en cualquier circunstancia.

Por eso y más, el sabio rincón del silencio se convirtió en uno de mis lugares favoritos, regalo de la ciudad para la ciudad.

FIN

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